viernes, 27 de junio de 2008

Perú: Nación de unos cuantos

Cultura es un término que se puede hallar descrito en el primer diccionario que pudiéramos tener a la mano. Sin embargo, este término merece una mayor reflexión; y aún esta debe de alcanzar un grado más alto cuando se trata de dar una visión de lo que entendemos por cultura peruana; y adjuntamente a esta, la noción de modernidad que tratamos de expresar.

Entendemos por Cultura, a toda elaboración y manifestación intelectual o artística, que se desarrolle como tal dentro de una sociedad; la misma que presenta sus propios cánones y se ve regida por ellos. Es decir; consideramos a las culturas como creaciones particulares de cada sociedad, dicha creación no estará realizada por la concertación de todo un pueblo, sino de una minoría interesada. Con ello manifestamos, que una cultura es la expresión de una sociedad, regida a intereses particulares que afianzaran su posición social. Todo ello nos lleva a pensar, en cómo ha sido el establecimiento de la cultura en el país. Es preciso puntualizar que el Perú posee la característica de ser multiétnico; es decir, que alberga en su territorio a un diverso grupo de etnias que, lógicamente, presentan sociedades u organizaciones y culturas distintas. Ahora pues, resultaría ingenuo concebir la idea de una convivencia pacífica entre ellas, como si fueran pequeñas esferas compactas que delimitan su espacio, evitando la intromisión de objetos ajenos a su composición. Siendo lo correcto, la presencia de una “Coexistencia Conflictiva”, derivando todo ello en una lucha por la imposición de su saber como el verdadero, al igual que sus modelos sociales, políticos y económicos, los cuales aspiran a ser los imperantes en el entorno al cual están destinados a desenvolverse, cuyo establecimiento beneficiará a la pequeña minoría que se encuentra tras su elección. Siguiendo esta breve línea, podemos establecer una división sencilla en dos grupos: El primero el de “Cultura Dominante” y un segundo de “Culturas Dominadas”.

Ahora pues, tenemos que tener mucho cuidado al exponer estos dos términos, porque es aquí donde la noción que poseemos del Perú (como nación) tiene que acortarse, para tratar de observar de manera más precisa nuestro problema central. No es posible que en nuestro pensamiento agrupemos dentro del conjunto de nación a muchas de las etnias que no se sienten incorporadas en él. Es decir; que dichas sociedades son ajenas al desenvolvimiento de nuestros proyectos como nación. Por ello consideramos como parte de esta nación a todos aquellos que se sientan identificados con ella; en otras palabras, son peruanos aquellos sujetos sociales capaces de insertarse y creer ser parte de este modelo nacional, con esto excluyo algunas de las culturas amazónicas y de la sierra profunda, que no ven en los símbolos patrios algún tipo de representación o pertenencia. Por consecuencia no pueden ser incluidos a nuestro proyecto de nación, ni ser considerados como sujetos ansiosos de pertenecer; simplemente entender que representan a grupos alejados de nuestra realidad. Ello no los convierte en inferiores ni superiores a nosotros, simplemente distintos y ajenos a nuestra coyuntura social.

De ahí que nuestra cultura se desarrolló en las “Zonas de Contacto[1]”, que son los espacios geográficos en los cuales se presento un choque de mundos ideológicos distintos; esto se dio en mayor grado entre la síntesis del mundo andino (los Incas) y lo que para nosotros represento el mundo europeo (Pizarro y compañía). Es en esas zonas de contacto donde se vivirá una transculturación[2], en la cual se adoptarán cosmovisiones extranjeras, al igual que sus modelos sociales, y con ello lo que se consideraría en un futuro como cultura. Pero no fue simplemente una adopción de estructuras, sino que la cultura dominada ofreció una porción de sus verdades para consolidar una fusión, dando como resultado un nuevo producto ideológico. Sin embargo, la cultura extranjera mantendrá el control de los cánones culturales, por ser esta de quien se sirvió en mayor medida gracias a la imposición económica; pues como mencionamos en el comienzo de esta narración, el establecimiento de una cultura responde a intereses de una minoría.

En la actualidad la Cultura Dominante emite un discurso de integración, el cual quiere crear un ambiente de igualdad, respeto y derecho sin discriminación. Este fin, no es el objeto de deseo, por el contrario, la cultura dominante sigue ejerciendo su poder por medio de dos recursos, que para nuestra vida práctica es de vital conocimiento. Nos referimos al uso del idioma castellano, como el único medio de comunicación que lleve grado de importancia social fundamental; y a la utilización de la escritura como vehículo hacia el desarrollo de la intelectualidad, por ende lo cultural. El arte no escapa de ello, pues la simbología utilizada, sea en una escultura o pintura, es recogida del mundo castellano, limitando al uso obligado de este código, negando el discurso superficial de igualdad e integración. Esta aptitud genera un movimiento de preferencia social, hacia la figura del organismo oficial; todo ello en desmedro de las culturas que se encuentran bajo su domino. Por ejemplo, no es lo mismo escuchar hablar en quechua dos individuos a que lo hagan en castellano, automáticamente nuestros prejuicios sociales salen a relucir, y la importancia de la persona se remite al tipo de idioma que esta utilizando hasta la indumentaria con la que viste. Sin lugar a dudas esto causa en nuestra cultura un desprecio hacia lo alejado al occidentalismo. Estamos hablando de un racismo indirecto. Racismo que se evidenciara en la preferencia a lo blanco; la negación o el olvido de nuestro mestizaje en el caso más radical.

Por otro lado, un fenómeno interesante es que la cultura oficial, en su sillón de conocimiento único, ve el nacimiento de nuevos modelos o patrones culturales, que se oponen a este aunque no puedan desligarse por utilizar los dos medios de dominación anteriormente descritos. Es decir, son discursos alternos que se deslindan del discurso oficial, pues se podría denominar como consecuencia de sus vacíos. Me refiero a los movimientos Punk, Metal, Hip Hop (y todas sus variantes) entre otros. Que imponen un estilo de vida, bajo una marcada filosofía liberal; que hoy en día atrae a mucha de la juventud de esta nación; quizá en estos momentos sea un discurso de periférico por su falta de poder económico, mas no quiere indicar que nunca lo llega a ostentar.

Dejando de lado este fenómeno, quisiera excavar más en otro artificio propio de esta cultura oficial, que ayuda a crear esta atmósfera de equidad que nos hace vivir en un embrión de fantasía. Hemos denominado “Instituciones de Desfogue” a todas aquellas entidades que permiten al sujeto de esta sociedad creer ser parte del movimiento, sea este político, económico o social, la idea es que creen ser representados. Pues la opresión que el discurso oficial ejerce sobre nosotros tiene de alguna manera liberar esa tensión a través de estas entidades que ofrecerán la sensación de equidad que se busca. De ahí que hablemos de Defensoría del Pueblo (que en muchos casos desconozcamos sus funciones), de los Derechos Constitucionales (que para el habitante promedio [productos culturales de este medio] pasan totalmente desapercibidos, en muchos casos por ignorancia), hasta el mismo Estado, que toma el papel de representante del pueblo, entre muchos más. Sin embargo todo es parte del mismo engranaje, cuya finalidad es la creación de una falaz satisfacción, que nos permita existir bajo un discurso del cual somos ajenos (en participación).

Si nuestra cultura oficial se produce de esta manera, hablar de Modernidad suena en alguna medida un poco irrisoria o simplemente un estado inconcluso en la realidad peruana. La modernidad en el Perú es un fenómeno que no ha llegado a completarse, por el contrario nuestra sociedad ha sido lanzada a un abismo “postmoderno” sin haber concluido la estancia anterior. Plantemos este asunto en dos partes: la primera en el desarrollo ideológico y la segunda en tono netamente concreto o material. Ideológicamente la modernidad arrastró dos grandes meta relatos que intentaron establecer el bienestar social; me refiero al Capitalismo y el Comunismo. Uno presentando las bondades de la producción en masa, las riquezas que ofrecen el libre mercado, etc. Y el otro como medio de avance equitativo en fases (Socialismo –luego- Comunismo). Después de los numerosos debates triunfará el capitalismo, que impondrá su visión de progreso. Ahora el Perú no llegó a incorporarse completamente a estas ideas, mucho menos a los fenómenos actuales que demanda el llamado “Neocapitalismo”, en consecuencia no somos un país ideológicamente moderno. En el plano material, el Perú mantiene como preocupación principal de su medio la satisfacción de las necesidad primarias, pocos acceden a las secundarias (ahora sería bueno saber en que condiciones y a que nivel llegan a obtenerlas). El entorno en donde se desarrolla la vida carece, en muchos casos de garantías; por ejemplo las barriadas o los callejones de un solo caño que aún en la Lima “moderna” existen. Nos desvelamos por problemas de seguridad para el obrero y la defensa de la democracia sigue siendo un asunto de prioridad, sin mencionar los serios daños de la educación o el desinterés por el medio ambiente.


En resumen podemos considerarnos como un país que tiene inconcluso su desarrollo hacia la modernidad, y que ha sido aventado a una estancia superior sin tener en cuenta sus limitaciones.

Las literaturas urbanas son muestra clara de nuestras deficiencias. La cultura dominante nos arrastra al recuerdo de un pasado que no es nuestro (me refiero a los logros Incas, que son tomados como logros del Perú y no como lo que son, muestras del esplendor del Tahuantinsuyo). Viendo la imposibilidad de representar el presente por lo nefasto y mucho menos el futuro por lo indeterminado.

Concluyendo con mi exposición, sólo queda enfatizar la importancia de entender mejor lo que llamamos como Cultura y Modernidad, el por qué de nuestro anhelo a lo europeo, del sentirnos orgullosos de un pasado que no nos pertenece, y del despertar a una realidad que espera un cambio desde las bases que debe de ser movido por la masa de gente que aún abriga en sus corazones la esperanza de confraternidad entre los que conformamos la verdadera nación peruana.
[1] Término adoptado del texto de Mary Louise Pratt, Ojos Imperiales. Literatura de viajes y transculturación.
[2] Véase el texto anterior en las páginas 24 y 25 para una idea más detallada.
Bibliografía

I. Ojos Imperiales. Literatura de viajes y transculturación. Mary Louise Pratt. Universidad de Quilmas 1997. Buenos Aires.


II. Perú: Problema y Posibilidad. Jorge Bassadre. Quinta edición. Edición Cultural Cuzco lima – Perú, 2000.


III. 7 ensayos de interpretación de la realidad Peruana. José Carlos Mariátegui. Cuadragésima novena edición. 1987. Empresa editora Amauta.


IV. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Benedict Anderson. Fondo de Cultura económica. México, 1997.


V. Una visión urbana de los Andes. Génesis y desarrollo del indigenismo en el Perú 1848 – 1930. KRISTAL, Efraín. Instituto de Apoyo Agrario. Lima, Perú, 1991.


VI. Respuesta por una Antropología Reflexiva. Pierre Bourdieu y Loïc J. D. Wacquant. Editorial Grijalbo S. A. México, 1995.

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