domingo, 29 de junio de 2008

Apátridas (II)

Y de eso puedo dar fe yo; quién se podría imaginar a ese flaquito ojón, migrando por Jirón Quilca o pasando mucho rato entre poetas. ¡Ay! Esos poetas, cuantos de ellos eh visto morir (o eh tenido noticia de su muerte), supongo que han sido varios. Pero que pocos han sido reconocidos, según “Escuela Nueva” no ahí otro Vallejo; que triste que aún no se fijen en mí (lo sé amor, tengo el ego muy elevado para ponerme a la par de ese maestro, pero así soy, así me quieres). Además quién podría desmentir en esto que tengo tanta práctica; no me refiero a la poesía, sino a eso en que yo puedo dar fe; a esa fuerza extraña que nos arrastra, aquello que nos descontrola, que no me deja vivir en estabilidad. Vuelve tan pronto que no noto su ausencia, siempre presente, esta como metiéndose entre mis poros, es algo asfixiante, agobiante.

La mañana esta muy fría; las sábanas tienen un encanto mágico. Todo normal en esta casa, solo la ausencia de mi madre, hace tanta falta su sazón. La ventana entre abierta disimula mi letanía; y sigo mi destierro.

No hay comentarios: