lunes, 5 de octubre de 2009

[Esperando]


Esperando. Aún en las noches más sucias intento escuchar ese taco triturando las imperfecciones del asfalto, su paso indiferente, aquella minúscula distancia entre tu nombre y mi labio, entre tu sexo y mi boca, que alguna vez describí. La luz al final del túnel, aquella combinación exacta entre ternura y desesperación. Y tú, tiritando estás en alguna vereda o refunfuñando por el frío creciente al amparo de tu sola chompa escotada; caminando cabeza gacha, asomando los ojos submarinos que zigzaguean al paso marcial de tu taco nueve. O ya descubriste el letrero luminoso al final del túnel; pequeña niña de ojos submarinos, cabeza gacha y paso lerdo, ¿por dónde andarás?

El movimiento ha cambiado en estas calles surcanas en las cuales te desplazas diariamente. he sentido como un golpe, la ausencia de la esquina silenciosa, donde infinidad de momentos pasé sin testigos ni irritantes preguntones; a la espera, siempre eterna del sonido triturador, de la blusa oscura, el pantalón entallado, también oscuro; y quizá después, nuestra interminable caminata por La Colmena, mientras el frío rodeaba los oídos descubiertos, estrellándose en forma convulsiva los dientes y afianzando el cuerpo del uno sobre el otro. Platicábamos sobre materias inusuales, de fiestas y otras sustancias. Siempre el vulgo será digno de nuestra risa, nadie sobra en nuestra forma de arrancar sonrisas. Así; bajo esos supuestos, recorríamos calles estrechas, la simpleza de las formas, lo rústico de su función. Entre tanto, la mirada siempre fija, contempladora de tu rostro claro de luna, distinguiendo pupilas – tu sendero luminoso- al goce sin medida. El brazo perezoso, buscaba incansable la cintura, el descuido, los frutos de tu vientre maduro; mi tacto al corazón irritante, la fiesta cervantina recorriendo el espacio con ondas sonoras, con grafías sonoras, con desasosiego.

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