miércoles, 7 de enero de 2009

Recogiendo a mi hermano

I. Encontrando un motivo

Al medio día las calles hierven por este sol de enero
como si nuestro pequeño astro, permaneciera
observador y fijo
en tierras de Santa Luzmila. Quemando
como un trago de ajenjo
ingresando en estómagos tiernos. Las ramas,
fijas en el tronco de los árboles, no
respiran gases de botellas destapadas. Son ramas, y
en su conjunto, árboles fijos urgiendo por una corteza liberadora de
rayos ultravioleta. Yo
buscando un gorro que cuide mi cabeza. Pienso
dos o tres veces mirando la puerta. No deseo
penetrar en el caldero de esquinas. Pero mi hermano,
que juega ávidamente a la pelota,
es reclamado en casa.


II. Jirón La Mar

El caldero se vierte encima mío. Aguas
amarillas carbonizan la piel. Y
son las calles largas, las casas de un piso, poca
sombra para refugio. El cuerpo aumen-
ta su temperatura.
Sudor gotea en la frente, axilas y
entrepierna. Disimulado te limpias, avanzas cada vez
más r á p i d o.
Llegando a la esquina, límite entre
La Mar y Miller, en un rectángulo mental. ¡gool! A dos
piedras grises.


III. El Retorno

Lanzo un caluroso grito. Con sudor y jadeos te
acercas. Tu brazo enlaza mi cintura, el
mío cogotea tu cuello.
Hablas tan presto como tus piernas
buscan la pelota.
Camina breve hermano; el calor no lo aguanto, ya
mamá tiene la mesa servida.